Se trata de una inflamación del tendóndel músculo tibial posterior en la zona donde se inserta, es decir en el pie. La sintomatología radica en un dolor de talón, que también asciende por el recorrido del músculo afectado.

Es frecuente que esta patología se llegue a confundir con fascitis plantar, por lo del dolor en talón. Sin embargo, y aunque la causa es la misma, las maneras de tratar la dolencia difieren.

La causa es biomecánica, o lo que es lo mismo, nos lo provocamos nosotros mismos por nuestra manera de caminar. Cuando se produce una pronación excesiva, provocamos mayor estrés en determinados músculos, entre los que se encuentran el tibial posterior, al que le exigimos un mayor estiramiento en cada paso que damos.

El tratamiento pasa por bajar la inflamación para eliminar el dolor. Antiinflamatorios o analgésicos tópicos son una buena primera opción. En el segundo escalón la infiltración de corticoesteroides funciona bien para eliminar la dolencia. Aunque sólo existe una manera de curar esta lesión, y es controlando el movimiento que la causa, ello se consigue con unas plantillas, que al evitar el exceso de pronación, evitan la causa que provoca esta lesión.